Comunicación clara

Bioética

La Bioética es una buena y eficiente comunicación entre las partes de la medicina. Se necesita unir conocimientos, habilidades y actitud, factores que son esenciales para que las informaciones, datos y hechos estén alineados con la moral, la ética y la legalidad. Mas información
9 min de leitura
por: Grupo Oncoclínicas
Bioética

La comunicación es una competencia que cambia la percepción de una situación para mejor (es una buena notica la que aleja a un diagnóstico preocupante) o para peor (es una mala noticia la que concientiza sobre la crueldad de una enfermedad y los consecuentes cambios transitorios o definitivos en la calidad de vida, incluyendo ideas de aceleración en dirección al fin de la vida).

Conocimiento, habilidad y actitud – los tres atributos de la competencia – son esenciales para que la emisión y recepción de información, datos y hechos de forma dialogada, estén alineados con la moral, ética y la legalidad. La triada en el ámbito de la comunicación fortalece en términos de conexión médico-paciente, fundamentalmente por el sentido de respeto mutuo, a saber, respeto a si mismo y a los otros y que admite capacidades de entrega y recepción.

La comunicación en el ecosistema de cabecera se beneficia de la máxima inclusión de los bióticos implicados y que representan a los profesionales de salud, pacientes/familiares, gestores del sistema e instituciones sanitarias. Existen innúmeras dificultades de entendimiento en función de los distintos ángulos de visión articulados con los intereses. Un hilo conductor de harmonía es la sinceridad, habitual y esencial en la comunicación médico-paciente. Ocasionalmente, la comunicación no verbal/lenguaje corporal hablan más alto y se vuelven el mensaje que mejor revela la realidad.

La cabecera tiene su propio alfabeto, que compone infinitas formas de comunicación. Profesionalmente, las composiciones deben siempre tener por denominador común lo expuesto en los artículos 34 y 35 del Código de Ética Medica vigente:

Esta prohibido que el medico no informe al paciente del diagnóstico, pronostico, riesgos y objetivos del tratamiento, salvo cuando la comunicación directa pueda provocarle daño, debiendo, en tal caso, realizar la respectiva comunicación a su represéntate legal; bien como, exagerar la gravedad del diagnóstico o pronostico.

Del lado del paciente los contenidos de comunicación contemporáneos deben privilegiar la anamnesis clásica y la expresión del derecho a la autonomía en la figura del consentimiento libre e informado. La calificación de una noticia puede ser diferente entre los interlocutores. Llegar a un diagnóstico puede representar, al mismo tiempo, un sentimiento de adversidad para el paciente y de satisfacción profesional para la orientación terapéutica. Lo que parecen ser dos circunstancias distintas tienden a unificarse durante la trayectoria clínica de la atención, por una toma de conciencia, por parte del paciente, de los aspectos tecnocientíficos, y, por parte del médico, de los aspectos humanos individuales del paciente.

Los avances clínicos que se encuentran bajo un compromiso bilateral real tienden a catalizar la comunicación a la cabecera. El medico aprende pronto que las palabras calculadas fracasan ante cualquier situación en ausencia de ajustes estructurados caso por caso. El mayor enemigo es el tiempo cuantitativo, razón para invertir en el tiempo cualitativo, dominando el alfabeto de cabecera. La adecuada ambientación y temporización y la disposición a escucharse mutuamente (evitar que el diálogo se convierta en un monólogo) y a escuchar al otro (evitar desentonar cuando el paciente habla) contribuyen a una buena relación entre la eficacia comunicativa y la pérdida de tiempo.

Vale mucho para el profesional de la salud conocer la enseñanza de la coach de comunicación Anett Grant, citada por Jung y Kyrillos, sobre la siguiente sucesión: alinearse con las preocupaciones del paciente, tender un puente hacia la mirada tecno-científica y clasificar los objetivos y el potencial de logro punto por punto, coopera para aclarar en su mayor sentido de claridad, es decir, la convicción (el quantum permitido por la ética) que provoca la credibilidad.

Cuando el médico abandona el lugar y el paciente y los familiares transmiten la noticia, es deseable que se mantenga la sensación de objetividad en los mensajes, la jerarquía de la información y la atención a las dudas. ¡todo un desafío!

Las malas noticias, con su poder de frustrar las expectativas que suelen afectar negativamente y gravemente a la visión del futuro, se convierten en las peores noticias si se comunican mal. Vocalizada la iniciativa del médico, es siempre un deber; nunca una malicia, las malas noticias requieren estrategias de comunicación en el área de la salud que pretendan evitar tanto la escasez como la exageración en la emisión/recepción.

Una secuencia estructurada tiene como objetivo considerar la información recogida del paciente, la transmisión de datos médicos, el apoyo al paciente y el establecimiento del compromiso del mismo para llevar a cabo la planificación. En oncología, el protocolo SPIKES ejemplifica la noción de la utilidad de los pasos secuenciales basados en la preparación (el tiempo es fundamental), la percepción (de lo que el paciente ya sabe), la información (si es deseada por el paciente), el conocimiento (para producir aclaraciones), la atención a la emoción (valor de la empatía) y la cooperación (para caminar juntos ante las necesidades).

La enfermedad oncológica, como sistema biológico que involucra al tumor primario, las remisiones, la metástasis, los rasgos genéticos y los hábitos de vida, expresan la alta dimensión del poder de la palabra de la ciencia sobre la rutina del paciente. Sus aspectos psicosociales sufren la influencia del arraigado concepto de enfermedad sin retorno, a pesar del panorama auspicioso que ofrecen los sucesivos avances de la especialidad/disciplina en conocimiento y formación.

Médicos y pacientes comparten palabras de incertidumbre en oncología. Es necesario que éstas contribuyan a tomar decisiones que tengan sentido en una situación llena de dilemas que, al mismo tiempo, señalan las limitaciones técnico-científicas de la medicina -que hacen coexistir beneficios no siempre suficientes y daños muchas veces excesivos- y alertan sobre la posibilidad de reorientar los tratamientos terapéuticos hacia los paliativos.

La expresión del impacto de la comunicación en el paciente es sensible cuando las actitudes empleadas por el médico -y el equipo interprofesional- se componen de las buenas prácticas para aclarar al no experto la medicina alejada de la perfección. Porque es de malestar profesional que el continuo de mejora de los métodos útiles y eficaces se vea comúnmente por debajo del grado de seguridad deseado; la promoción de aclaraciones no puede prescindir de la aclimatación humana de ser médico-ser paciente, ni de la armonización a las convenciones ético-legales determinadas por la sociedad.

El oncólogo alinea su propia experiencia y la colectiva en la literatura y utiliza pasados clínicos análogos para presagiar el futuro que puede requerir retos de aceptación de realidades incómodas, el compromiso con la supervivencia y la exigencia de una muerte digna.

Las emociones fuertes surgen entre la autenticidad de la verdad, la benevolencia del posible ablandamiento y la compasión de los silencios intercalados por la intención del médico de no ser indiferente a la enfermedad o al paciente: una compleja unidad de conflictos. La ansiedad, la ira, la culpa, el miedo al cambio en las relaciones, el alejamiento de las funciones familiares y laborales, la pérdida de independencia y las preocupaciones financieras se combinan, provocan vacilaciones y acentúan los obstáculos a la capacidad de comprensión del paciente.

La calidad de la comunicación, especialmente en lo que respecta a las malas noticias, está asociada a la grandeza de la armonía provocada. El deseo bilateral de realizar ajustes en la comprensión significa que se puede volver a decir lo que se dijo y añadir lo que falta. De este modo, se reorganiza mejor el flujo de información, habitual para el oncólogo y poco común para el paciente (sorprendido por el diagnóstico y sus revelaciones). La práctica enseña hasta qué punto no se deben pretender determinar de antemano actitudes rígidas sobre la comunicación con el paciente con enfermedad oncológica. Hay estilos en la emisión y gradaciones de empatía y repulsión en la recepción que no son fácilmente predecibles.

Los médicos experimentados recogen los éxitos y fracasos de las aclaraciones deseadas. Constituyen una curva de aprendizaje en el servicio que asciende, sostenida por el análisis sistematizado y periódico de los hechos reales de la comunicación y por la comprensión de las peculiaridades sociales y culturales. Resalto un estudio brasileño sobre oncología, homenaje e incentivo a la investigación: Primo y Garrafa buscaron datos de la realidad brasileña hace una década. Aplicaron nueve preguntas a 120 mujeres, distribuidas en un amplio rango de edad (21 a 78 años) con una media joven (40,3 años), con la intención de evaluar la calidad de la comunicación sobre el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico del cáncer genital o de mama. Mediante un diseño descriptivo-analítico de corte transversal, analizaron a pacientes con enfermedad maligna que se encontraban en fase de asistencia ambulatoria especializado en oncología. Los autores mezclaron casos en etapas avanzadas (66,6%) y tempranas (33,3%) de la enfermedad oncológica.

Las tres preguntas sobre el diagnóstico involucraron la primera información, lo que implica la pluralidad de su logro en múltiples lugares de la remisión del caso, la uniformidad de la información renovada en un entorno especializado y la perspectiva de los contrapuntos de aclaración. El cuarteto de preguntas sobre el tratamiento pretendía averiguar el deseo del paciente de comprometerse con las opciones, su comprensión de las diferencias y la aptitud y el clima para participar activamente en la selección.

Las dos preguntas sobre el pronóstico reforzaron el aspecto de la adhesión al tratamiento y la profundización en el conocimiento de las posibilidades evolutivas. Resultaron tres preguntas con evidente superposición de respuestas, todas ellas referidas a las declaraciones de “”querer saber”” (el 83,3% y el 83,4% dijeron que sí, respectivamente, sobre las opciones de tratamiento y sobre todo de la enfermedad) y “”sabe”” (el 63,4% afirmó conocer la progresión natural). Por lo tanto, la investigación puso de manifiesto que las mujeres implicadas deseaban sentirse informadas sobre el desarrollo de la enfermedad.

Por otro lado, Primo y Garrafa evidenciaron una heterogeneidad de respuestas sobre el comportamiento de los médicos, la asimilación por parte del paciente y el sentimiento de libertad/competencia para participar activamente en la toma de decisiones. Estos datos refuerzan que, en la medida en que se puede hacer uso de la intuición en la comunicación sanitaria, se deben desarrollar programas de capacitación con el fin de obtener el mayor grado de lucidez sobre estas variables, aplicables a un país continental y pluriétnico.

La bioética refuerza el concepto de que las buenas prácticas en materia de salud requieren una comunicación eficaz. Su participación interdisciplinaria proporciona subsidios para que la individualización de las composiciones dé lugar a una comprensión más completa de los beneficios y los daños. Si hay más comprensión de forma racional, habrá menos llenado de vacíos por analogías inaplicables e imaginación indeseable. Así, se facilita la deliberación ante la complejidad de las decisiones en oncología.

Así, la bioética valora el perfeccionamiento de las derivaciones del diálogo para la mejor adaptación a las partes involucradas y da un fuerte apoyo a la conducción del caso, según la mayor o menor aceptación del ejercicio de la autonomía ofrecida al paciente y las eventuales controversias en la forma de ver la toma de decisiones como negligencia o imprudencia.

Primo y Garrafa, a través de su análisis del efecto de la palabra sobre lo que ya ha ocurrido y sobre lo que puede ocurrir en un grupo de pacientes con enfermedad oncológica susceptible de impactar en la identidad femenina, aportan datos útiles para la construcción de la excelencia en la comunicación ante la enfermedad oncológica. Es una contribución bienvenida a la armonía del trinomio Ciencia-Educación-Ser Humano.

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